Algo más que palabras
El poderío de los léxicos latinos
Si ya en su época Rubén Darío proporcionó al mundo una
corriente poética latina verdaderamente rompedora y modernista, el colombiano
García Márquez situó también la narrativa hispanoamericana, en el sublime
pedestal de la literatura mundial, con la publicación de: "Cien años de
soledad" (1967). De idéntica forma, el novelista y ensayista Mario Vargas
Llosa acrecienta esta explosión lingüística latina, junto a Octavio Paz (un
poeta intrépido), José Donoso (siempre implicado en temas sociales), Alejo
Carpentier (acrecentando sus historias de ficción con sus fuentes históricas),
Ernesto Sábato (un hombre de verbo existencialista que ahondó sobre los abismos
de la naturaleza humana), Pablo Neruda (el poeta que le cantó al amor como
nadie), Gabriela Mistral (hizo del lenguaje coloquial una velada reflexiva),
Juan Rulfo, Roa Bastos, Jorge Luis Borges, Onetti, Cortázar, y tantos otros,
que hicieron de la lengua española una cadena de pensamiento solidario. A todos
ellos, hemos de agradecerles el cultivo de la palabra, pues si Cervantes unió
todos los géneros literarios para activar un estilo incluyente de ideas, estas
gentes latinas de hondo pensar, asimismo nos trenzaron una comunión de voces,
uniéndonos a todos los hispanoparlantes. Este es el gran mérito, la unidad para
fortalecer los ideales, los propósitos y principios innatos, el bienestar
general de los pueblos. Por ello, que las
Naciones Unidas celebren el Día del idioma español (23 de abril) para
apoyar los programas y el desarrollo del multilingüismo y el multiculturalismo,
de alguna manera nos mueve la conciencia, para poner en valor el imperio de las
palabras.
No hay espejo que mejor refleje nuestra imagen que su modo
de decir. Precisamente el poderío de los léxicos latinos, en mi humilde juicio,
llega por ese proceder natural de expresar grandes pensamientos con sencillas
voces. Sea como fuere, hemos de regresar a la letra impresa, a los clásicos, a
los libros de siempre, de todo momento, que son aquellos que nunca decepcionan.
Ellos pueden hacernos despertar, recordarnos lo mezquino y estúpidos que somos
en ocasiones. Ciertamente, el día del idioma español se conmemora en honor a
Miguel de Cervantes Saavedra, pero deberíamos igualmente evocar a los artífices
de esa literatura hispanoamericana, única e imprescindible en nuestra lengua,
trascendente a más no poder. A propósito, me viene a la memoria aquella célebre
frase del escritor argentino, Jorge Luis Borges (1899-1986): "siempre
imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca". Ahí está el edén de
las letras para despertarnos de la miseria humana. Hoy más que nunca requerimos
estar alerta, saber discernir, pues tan importante como dominar la tierra es
aprender a convivir armónicamente. No me cabe duda, que a través de la
literatura podemos encauzar otro mundo más habitable, puesto que es siempre el
cultivo de lo auténtico, lo que genera buenos sentimientos. En efecto, el ser
humano es un ser espiritual en continua búsqueda, que necesita reencontrarse
con el diálogo, dejarse cautivar por la belleza, y hemos de reconocer que, en
los autores latinos, hay un manantial de conocimiento y de experiencia
contemplativa que nos ayuda a comprendernos más y mejor; y, sobre todo, a
conducirnos por la vida.
Con razón, el VII Congreso Internacional de la Lengua
Española, celebrado recientemente en San Juan de Puerto Rico, homenajeó la
creatividad en español. Y en esto, hemos de ser justos. Lo recordaba el gran
escritor Jorge Edwards, el día de la inauguración, con unas palabras que no me
resisto a recordarlas: "Nuestros universos verbales son amplios universos
mentales. Lo que necesitamos, en consecuencia, es fidelidad, conocimiento y
respeto del pasado, para entrar en el futuro con paso firme. No perdernos en
las ramas, en la inseguridad, en el dogmatismo, en las malas imitaciones.
Tenemos un idioma rico, de una extensión y una diversidad geográfica
impresionantes, y un pensamiento que siempre evita la ostentación, pero que
sueña y a la vez cala en la realidad. Es una lengua que hemos escuchado
siempre, que nos remueve las entrañas cada vez que volvemos a escucharla, como
dijo, sabia y terca, Gabriela, y que una vez más nos convoca". Emplazarse
para conversar siempre es bueno. Como en otros momentos, hoy también el
apasionamiento de los léxicos latinos, nos cita y nos reúne a ser creativos
respecto al futuro. Ellos rompen los esquemas, toman fuerzas literarias, y se
reinventan impulsos para dignificarnos mediante un diálogo fecundo. Esto es
importante. No podemos quedarnos inmóviles, es hora de acciones concretas. Un
itinerario vivencial, como el que muestran los autores hispanohablantes, ha de
ayudarnos, sin duda, a tener una mirada más amplia y lúcida, cuando menos para
valorar mejor los recursos que ya han sido utilizados por nuestros
predecesores. Quizás deberíamos aprender mucho más de nuestras historias.
En este sentido, la literatura latina no es un corazón
cerrado, sino abierto, comprensivo, que fomenta el cambio de actitudes,
reflejando la realidad que nos circunda, siempre en movimiento, por lo que no
admite algo estático en nada. Todo cambia, nada permanece. La razón está por
encima de la sensibilidad y la imaginación. También nuestros léxicos
evolucionan y nos revolucionan. Exaltan valores humanos mediante la riqueza
expresiva del lenguaje. No somos estatuas de museo. Somos caminantes y el
camino lo tenemos que trazar cada día, también con nuestra actitud de
entendernos, pues, aunque tengamos un idioma que respete el tronco principal
latino, siempre habrá diferencias de pronunciación y vocabularios de un sitio a
otro. No olvidemos que la verdadera humanidad, más que una ciencia a laborar es
un estilo de vivir, que está muy por encima de los apasionamientos políticos,
de las diferencias de raza e idioma y de los sectarismos religiosos. Y como tal
genera su propia literatura. América, como dijo Alfonso Reyes, siempre fue
tierra de fascinación, fraguándose a partir del enfrentamiento de dos culturas:
la "aborigen" y la "europea". Por consiguiente, me
atrevería a subrayar, que la originalidad de los léxicos latinos radica en sus
literatos, que beben de las experiencias de la fusión de razas, de la
influencia de paisajes distintos, de la realidad de gobiernos injustos y de las
propias injusticias sociales vertidas en sus territorios.
Fruto de este hacer creativo, la literatura en español, es
una de las más prolíficas del planeta, ya no sólo por la lengua en la que se ha
escrito y se escribe, siendo una de las más difundidas, sino por la calidad y
el volumen tan logrado y diverso, de sus aportaciones a nuestra propia
existencia. Los léxicos latinos, efectivamente, nos acercan esa estética de
mestizaje permanente, que nos enriquece y aporta nuevos conceptos que nos
entusiasman, ya que las cosas que se labran con amor y con voluntad, en busca
de aquello que se desea o en lo que se piensa, raramente pueden dejarnos
indiferentes. Si Cervantes fue quien mereció el título de Príncipe de los
Ingenios Españoles, por su obra "Don Quijote de la Mancha", la
literatura hispanoamericana en los últimos tiempos también ha contribuido a
enriquecernos una lengua muy rica en expresiones, lo que nos engrandece como
seres humanos al interiorizar los sentimientos y valores de numerosas naciones
de América Latina, gracias a sus grandes literatos, que han sabido imprimirlos
a través de sus extraordinarias obras de integración humanística, donde no cabe
el idioma de la hipocresía, de las palabras demasiado azucaradas o vacías, sino
el de la verdad aunque nos duela. Tantas veces somos engañados por lo aparente,
que deberíamos poner este poema de Machado en nuestro horizonte: Tú verdad no;
la verdad/ y ven conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela". Ojalá esta
huella nos active a ser más fraternos, como lo es nuestro lenguaje, próximo con
el prójimo y vivo con la vida.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor