martes, 28 de marzo de 2017

Compartiendo diálogos conmigo mismo

Plegarias de un alma a un cuerpo


Toda vida es un nervio activo del verso vivo.
Y todo verso, es un níveo camino del alma.
Y toda alma, una senda donde Cristo vive.

Abramos los ojos del espíritu al mundo.
Tranquilicemos el carruaje que llevamos.
Clareemos horizontes, aclaremos el cielo.

La bondad es el bien primario y primero.
Es el inicio de lo armónico y el fin del dolor.
El equilibrio entre lo que soy y he de ser.

Mientras el cuerpo necesita muchas cosas,
la voluntad apenas requiere nada, querer,
sólo amor del que no cuesta ni un centavo.

Indivisa ha de ser la donación a cualquier pulso.
Que el fruto del latido son las pausas y absolver.
Y el fruto del perdón es la paz consigo mismo.

Tras esta mística los besos nacen porque sí.
Es un misterio suspirar por el otro y con el otro.
Pero que bien sienta amarse, amar y ser amado.

Que uno para quererse ha de quererlo íntegro,
hasta el extremo de sentirse poesía y pecho,
para alzar y realzar las formas humildes.

Que en la humildad anida la fuerza del ser
y la mansedumbre, la ternura de lo que soy,
el niño del que nunca he de desprenderme.

No hagamos culto a un objeto que no es,
sino a un aliento hondo por el que sentimos,
adorar al Creador nuestro y servir a los demás.

Ojalá nuestra acción no sea destructiva,
sino constructiva con el designio de Dios,
por ello hemos de ser tan poesía como poeta.




Víctor Corcoba Herrero

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